Sin dejar el realismo y la belleza de lo cotidiano, Pedro Flores continúa, en esta nueva etapa escultórica, con el juego de simplicidad en obras de grandes dimensiones que han definido su huella artística a lo largo de los 30 años de obra expositiva.
La integración casi perfecta de los materiales utilizados, piedra y hierro, continúan desafiando la naturaleza, el clima y el paso del tiempo, pues el viento mancha la piedra de oro y el hierro no para de llorar óxido. Puro maquillaje mediterráneo. El escultor ya levantaba altas torres y edificios con chimeneas, pero ahora su mensaje es más claro que nunca, más intimista y atrevido. Construye espacios de intimidad para contarnos a pelo historias de intimidad, amor y sexo.
El conjunto de la exposición quiere ser el montaje a primera línea del mar de una única vivienda, en este caso, idílica, al tiempo que imaginaria.